Escrito por Lucía Vijil Saybe
Un informe publicado por el CESPAD, titulado “Conflictos ambientales en Honduras: aumento relevante de la violencia comunitaria y ecológica en el último semestre del 2023”, presenta una radiografía de las persistentes disputas en Honduras, por los bienes comunes de la naturaleza.
Este documento indica que la conflictividad está motivada por la instalación de 8 represas hidroeléctricas, 7 empresas mineras, 21 de tipo agrario relacionado a proyectos de monocultivo y tenencia de tierra, 3 por temas forestales, 1 proyecto de energía fotovoltaica, 1 proyecto de energía termoeléctrica, 1 por infraestructura y 1 productos de los efectos de cambio climático en el último semestre del 2023.
Estos proyectos se ubican en 10 departamentos del país y, en su mayoría, involucran los siguientes bienes comunes de la naturaleza:
- Agua. La actividad extractiva para asegurar su funcionamiento altera la dinámica del agua en los territorios. Se recurre al represamiento, el desvío de las fuentes, acaparamiento, aumento de temperatura y contaminación de fuentes de agua.
- Tierra. La desigualdad histórica, que es la distribución de la tierra, se afinca en la ausencia de una efectiva reforma agraria. Este conflicto se evidencia en la promoción de los monocultivos que contribuyen al desgaste de la tierra por el uso de químicos para la producción.
- Bosque. La instalación de cualquier empresa extractiva requiere como condición la deforestación (expresión máxima). Cada uno de los conflictos documentados durante el segundo semestre del 2023, han involucrado la devastación de los entornos naturales sin una capacidad de retornar a su posición inicial y, con ello, la destrucción de la biodiversidad en los territorios.
Si bien la dinámica de la conflictividad para el 2024 ha estado marcada por otros componentes relevantes como la presencia de la decisión militar sobre los asuntos ambientales o una estructura intacta del modelo extractivo, desde los debates latinoamericanos, este escrito pretende responder a las preguntas: ¿qué hay más allá de los conflictos? y ¿cómo podemos ampliar la lectura ontológica de la disputa por los bienes comunes de la naturaleza?
Para este escrito, entendemos a la ontología como: “una herramienta para repensar nuestros conceptos analíticos”. Afirma Holbraad, el giro hacia lo ontológico “aborda el problema analítico de cómo dar sentido a las cosas que parecen faltar”.
El debate sobre la ecología política
La ecología política se ha consolidado como una de las herramientas teóricas analíticas para comprender los problemas que existen entre el humano y el ambiente. Desde sus inicios, los trabajos académicos enmarcados dentro de la ecología política han retado la idea determinista dominante de que los problemas ambientales y la degradación de los recursos naturales están íntimamente vinculados con la pobreza, hambre y marginación de los grupos humanos, y que los recursos naturales están destinados a su sobreexplotación y destrucción debido al uso racional de los mismos.
Esta misma rama de estudio es un campo académico que caracteriza los fundamentos de la injusticia ambiental y la forma en que cada era la de la humanidad ha requerido la sobreexplotación de la naturaleza. Como indica Robbins, “su discusión parte de la idea de que el cambio ambiental está íntimamente correlacionado con procesos sociales y políticos a diversas escalas, y que para entender mejor cualquier problema ambiental es necesario vincular su análisis con las relaciones sociales de producción y la distribución del poder”.
La ecología política, según Escobar, sería entonces, “el estudio de las múltiples articulaciones de la historia y la biología, y las inevitables mediaciones culturales a través de las cuales se establecen tales mediaciones, aquellas prácticas en que lo biofísico y lo histórico están mutuamente implicados”. Dentro de la ecología política, a lo largo de su dimensión y aplicabilidad para Latinoamérica, otros teóricos han estudiado las mutaciones de los conflictos, alejándoles de un estudio específico acerca del acceso y control sobre la naturaleza como previamente se ha esbozado.
Para este análisis, requerimos la discusión introducida por Blaser sobre ontología de los conflictos socioambientales. Y es que cuando este autor se introduce a la interpretación de las narrativas desde los pueblos indígenas, se desprende otra dimensión: “Para ellos, la cosa en cuestión no eran simplemente recursos. Para las agencias gubernamentales, en cambio, esto era ciertamente el caso. Acá evidentemente había un conflicto acerca de qué era la cosa en cuestión”.
Blaser estudia los conflictos ontológicos, “los cuales ponen en cuestión lo que generalmente se asume como política racional o razonable, es decir una política donde los contendientes al menos están de acuerdo sobre lo que están contendiendo”. Estos conflictos ponen en debate las herramientas con las que históricamente se han estudiado los conflictos, porque tratan de identificar lo que está más allá de la política racional.
Para dar algunos ejemplos de la política racional de los conflictos:
- Berta Cáceres y el río Gualcarque
Berta Cáceres fue una reconocida mujer hondureña, defensora de los derechos humanos, especialmente de los pueblos indígenas y el ambiente. Fundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), lideró la lucha en contra del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca que pretendía instalarse en Río Blanco. Fue asesinada el 2 de marzo de 2016 y el proceso judicial en contra de los responsables continúa.
En el discurso de Berta Cáceres:
«Y creo que en todo eso también hemos aprendido a que, pese a que es muy duro, muy doloroso, hemos aprendido también a luchar con alegría. A luchar con alegría, con esperanza, con fe. Hemos aprendido a luchar en diversidad. Hemos aprendido a luchar con música, con ceremonias, con espiritualidad. Donde nos acompañan nuestros ancestros y ancestras, nuestros Nahuales, nuestros espíritus. Eso es. Creo que eso es lo que nos alienta. Y saber que aquí no hay otro planeta de repuesto. Solo hay uno».
“Cuando iniciamos la lucha contra Agua Zarca, yo sabía lo duro que iba a ser. Pero también sabía que íbamos a triunfar. Me lo dijo el río”.
“De los ríos somos custodios ancestrales el pueblo lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta…”.
- Mirian Miranda y el territorio
Mirian Miranda es una destacada activista hondureña y coordinadora de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH). En entrevista con Capire, denunció el genocidio que enfrentan los pueblos indígenas y afrodescendientes que defienden la naturaleza, resaltando la violencia, criminalización y desapariciones que sufren por oponerse a proyectos extractivistas en sus territorios.
En sus palabras:
“Tienen que destruir a los pueblos porque existe resistencia. Desde hace más de cinco siglos vivimos en esos territorios utilizando únicamente lo que se necesita, no para sobrevivir, sino para vivir. Me invitaron a dar una conferencia a estudiantes de la universidad y hablamos sobre la medición de la pobreza. Se dice que los pueblos indígenas son pobres. ¿Por qué, si han vivido utilizando únicamente lo que se requiere para vivir? Se les considera pobres porque hay un concepto diferente sobre lo que es pobreza y desarrollo. Hoy, estamos enfrentando un modelo de desarrollo destructivo de la naturaleza y de todos los seres vivos que pueda haber sobre el planeta”.
Fue lo que pasó con un hotel enorme que construyeron en la Bahía de Tela: destruyeron toda un área de alta biodiversidad para hacer un campo de golf de 18 hoyos, donde se necesitan millones de litros de agua para mantener verde un área para jugar golf. Destruyeron los desovadoros, donde se desovaban las tortugas, y los cubrieron de asfalto. Eso para mí es un ecocidio”.
El pueblo lenca y garífuna, históricamente han estado enfrentados directamente con las dinámicas de acaparamiento, violencia y persecución. En ambos casos, la instalación de proyectos hidroeléctricos y el nulo reconocimiento del derecho a la tierra del pueblo garífuna, aparece un elemento que al menos indicaría que para ambas lideresas, en el conflicto algo más que simplemente “recursos naturales” pueden estar en juego.
Berta Cáceres establece la relación con el río, como un familiar con el cual los humanos deben sostener una correspondencia de cuidado mutuo. Y Mirian, plantea la relación intrínseca con las otras especies y el equilibrio de la humanidad en esa línea. Las respuestas gubernamentales a este tipo de planteos son bastante ilustrativas con respecto a lo que constituye la política racional.
En la política racional, los pueblos indígenas se catalogan como “opositores al desarrollo”. Por ejemplo, Erin Gallagher publicó una investigación sobre la forma en que las cuentas falsas en twitter (ahora X) atacaron al COPINH después de que un tribunal hondureño condenara a un oficial militar por el asesinato de otro miembro del COPINH y líder indígena lenca, Tomás García. Algunos de los mensajes afirmaban: “Es increíble cómo la gente no deja que el país avance, la gente del COPINH no tiene credibilidad” o “Manipulación descarada de los pobres indígenas para sacar adelante los planes del COPINH”.
En esa misma dinámica, se cataloga a la organización defensora de la naturaleza como parte del crimen organizado. Luego del asesinato de Berta Cáceres, el COPINH denunció una estrategia de intimidación y estigmatización en su contra, en la cual se les vinculaban con el crimen organizado. “Esta campaña para vincularnos a nosotros, es sólo por el hecho de oponernos a los proyectos de muerte; nosotros sabemos que estos proyectos extractivistas tienen que ver con el lavado de dinero de estos grandes empresarios que tienen dinero sucio del narcotráfico y otras cosas”.
El 18 de julio de 2020, en la comunidad de El Triunfo de la Cruz, Honduras, Alberth Sneider Centeno, un líder garífuna, y otros cuatro jóvenes de la comunidad, fueron secuestrados por hombres armados que vestían uniformes de la Dirección Policial de Investigación (DPI). El día después del secuestro de los jóvenes, circuló un falso rumor sobre el hallazgo de sus cuerpos decapitados, que resultó estar infundado. Poco después, una página de Facebook de desinformación difundió un audio que acusaba a los jóvenes de estar involucrados en narcotráfico, apoyado por fotos de armas y dinero que la OFRANEH denunció como montajes. OFRANEH afirmó que esto es parte de una campaña de desprestigio en un país que se ha convertido en un narcoestado
La política, dentro de lo que se ha comentado previamente, consiste en la política racional de los conflictos (no significa que deba ser así) pero es la forma en la que se desdibuja lo que ambas defensoras plantean, que es la defensa de la naturaleza en reconocimiento de otras formas de existir y sujetos. Ambas van más allá “de una preocupación racional por el medioambiente, donde la racionalidad pasaría por preocuparse del medioambiente como un recurso para fines humanos”.
Es así que entre las demandas que culturalmente pueden ser aceptadas como racionales, como “el desarrollo” o el tema de la “seguridad”, y entre las paredes del discurso estatal y la respuesta que se puede obtener de la justicia, se establece el espacio de la política racional. Lo que está fuera de ese espacio, es lo irracional. Más allá de este espacio, lo que queda es lo irracional. Por ejemplo, esa idea de que pueda existir lazos de relacionamiento con los no – humano, la necesidad de armonía entre todo o el reconocimiento de otras especies como parte fundamental de nuestra convivencia, no es una diferencia cultural, es en medio de un conflicto: lo ontológico.
¿Por qué es importante lo ontológico en la comprensión de los conflictos socioterritoriales?
El debate ontológico de los conflictos es relevante en términos de su resolución democrática, de avance en la compresión humana sobre su relacionamiento con la naturaleza, y permite pensar el actual modelo extractivo. Comprender lo ontológico (lo que es, lo que está), es cuestionar lo que se ha utilizado como “racional” por toda la historia”. Por ejemplo, los agentes de la modernidad (gobiernos, corporaciones, etc.) ven en un bosque un “recurso que genera ganancia”, mientras, desde los pueblos y quienes asumen ese relacionamiento con los ecosistemas, asumen términos como “hogar para habitar, coexistencia y reconocimiento”.
Blaser indica que los conflictos ontológicos: “exceden a la política racional. Los conflictos ontológicos caen dentro del campo de la cosmopolítica, el espacio donde mundos múltiples y divergentes se encuentran con la posibilidad (sin garantías) de que emerjan relaciones que sean destructivas mutuamente revitalizantes en vez de mutuamente. Ahora bien, para evitar este tipo de rebotes que terminan reforzando las presunciones modernas uno debe abrazar la multiplicidad radical que está en juego”.
Para Honduras es relevante en tres focos:
- Resolución democrática de los conflictos. Cuando la institucionalidad asume la gestión de conflictos, desde lo estrictamente jurídico, es capaz de anular las distintas formas de interpretación del mundo y su relacionamiento. Es decir, la ley ha sido la columna vertebral de la composición de los Estados racistas, clasistas y excluyentes que asumen son “lo racional”. Ese pensamiento es justamente lo que ha colocado a las organizaciones territoriales, pueblos indígenas y organizaciones que defienden a la naturaleza como enemigos directos de los intereses y apuestas de “desarrollo”. El sostenimiento de esa racionalidad, también ha implicado un fuerte proceso de militarización. Comprender la ontología que se coloca entre esos conflictos, podría dar paso a repensar desde otras formas existentes la salida integral a la disputa por la naturaleza.
- Relación humana con la naturaleza. La discusión de lo ontológico permite entender que el vínculo entre lo humano y no – humano, es requerido para repensar la ética ambiental e interiorizar los valores que dan paso a repensar la especie en un momento crítico del planeta.
- Repensar el modelo extractivo. Las fibras del actual modelo extractivo se han sostenido en el tiempo porque es precisamente el pensamiento de las otras relaciones con los no – humano, las que han sido borradas de la construcción de “lo racional”. Discutir lo ontológico en los conflictos, es adentrarse a otras formas de pensamiento que son requeridos para mantener el equilibrio con el planeta, más allá de salvar al planeta, la especie humana asume un rol de igual y de relacionamiento más consciente con lo que le rodea. Es así que se repiensa el modelo.
La relevancia de lo ontológico en la interpretación de los conflictos socioterritoriales en Honduras, es precisamente abrir el espacio a otras formas de comprender y asumir el paso por el planeta tierra. Mientras la institucionalidad continúe alejada de lo que considera “irracional”, serán menos sus posibilidades de gestionarse para toda la ciudadanía humana y no humana.