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Carlos Orellana, el sacerdote jesuita que acusó al alcalde de Tocoa del asesinato de Juan López

Escrito por Claudia Mendoza

Lo abordé minutos después de finalizar una misa en la parroquia San Isidro Labrador. Estaba ataviado con su acostumbrada sotana de color verde y blanco, la misma que tenía puesta cuando acusó al alcalde de Tocoa, Adán Fúnez y a la corporación municipal como responsables del crimen de Juan López. Pero el sacerdote Carlos Orellana también estaba revestido de una impresionante paz que conservó, incluso, en la plática que sostuvimos acerca del trabajo, el legado y la muerte de su amigo Juan. 

El 15 de septiembre de 2024, el clérigo jesuita de origen salvadoreño trascendió nacional e internacionalmente por la contundencia con la que sostuvo “sabemos bien que lo asesinaron sicarios pagados a sueldo. En este caso, la Iglesia responsabiliza a don Adán Fúnez y a sus secuaces, que cobardemente le han quitado la vida”, refiriéndose a la muerte de Juan López, un hombre con quien durante muchos años hizo un trabajo en favor de decenas de comunidades del municipio de Tocoa, departamento de Colón. 

La afirmación del sacerdote fue parte de los llamados de atención y de las alertas que provocó en Honduras el brutal crimen que quedó registrado en los videos grabados por las personas que estaban en la zona y que vieron como la vida del pedagogo, líder comunitario, defensor de derechos humanos, regidor municipal y ambientalista, era apagada por sicarios cuando salió de un acto religioso que dirigía en la parroquia de la colonia Fabio Ochoa de Tocoa, porque Juan también era delegado de la palabra de la Iglesia Católica.

Juan era un hombre de Dios, un hombre de Iglesia, un hombre que sabía aplicar el ver, juzgar y actuar desde el evangelio”, fue lo primero que dijo el sacerdote cuando le pedí que me describiera a un hombre del cual siguió diciendo, “leía la realidad, la analizaba, pero la iluminaba desde el evangelio”.

A Juan le gustaba mucho escribir y lo hacía muy bien. Por eso, el padre Orellana dice que en son de broma le decía “tú deberías escribir mis homilías porque me mandaba reflexiones del Evangelio del día, muy bonitas y muy aplicadas a la realidad”. 

Luego de la develación pública del narcovideo en el que aparece el alcalde de Tocoa, Adán Fúnez y Carlos Zelaya, cuñado de la presidenta de Honduras, el Comité Municipal de Defensa de los Bienes Comunes y Públicos de Tocoa, a la cabeza de Juan López, demandó la renuncia del alcalde, y pidió a las autoridades la realización de un proceso de investigación en su contra. Fotografía de redes sociales.
Luego de la develación pública del narcovideo en el que aparece el alcalde de Tocoa, Adán Fúnez y Carlos Zelaya, cuñado de la presidenta de Honduras, el Comité Municipal de Defensa de los Bienes Comunes y Públicos de Tocoa, a la cabeza de Juan López, demandó la renuncia del alcalde, y pidió a las autoridades la realización de un proceso de investigación en su contra. Fotografía de redes sociales.

Juan tenía más de 20 años de formar parte de la parroquia San Isidro Labrador y cerca de 10 de fungir como coordinador del Consejo Nacional Apostólico de la Compañía de Jesús en Honduras. También era coordinador de la Dimensión Samaritana a nivel diocesano y a nivel parroquial, una estructura a través de la que velaba por todo el trabajo relativo al medio ambiente, al trabajo solidario y de crisis humanas.

Ese trabajo hizo que Juan se convirtiera en un hombre cercano a muchísimas personas relacionadas con la Iglesia Católica y a la vida secular. El sacerdote jesuita dice que su don de servicio, su capacidad para analizar y enfrentar las situaciones con una verdad y claridad inimaginables le abrió el corazón de todos los que le conocieron.

Hablaba sin anestesia porque se valía de ese espíritu de Dios, que le fortalecía. De esa forma hizo un sinfín de relaciones a nivel local, nacional e internacional”, acotó.

¡No creía que lo matarían!

Juan López no desconocía que el trabajo que realizaba junto a sus compañeros del Comité Municipal de Defensa de los Bienes Comunes y Públicos de Tocoa, integrado por la parroquia San Isidro Labrador, la Coordinadora de Organizaciones Populares del Aguán (Copa), el Comité de Guapinol, la Federación de Patronatos, el Comité Ambiental del Sector San Pedro (incluye varias comunidades), la Plataforma Agraria y la federación de El Sector de la Abiscinia, podría llevarlo a la muerte. 

Él había expresado en varias ocasiones, en grupos eclesiales, en el Consejo Parroquial de la parroquia de acá y en otras instancias que estaba siendo amenazado, y que su vida corría peligro, al igual que algunos miembros más del Comité Municipal de Defensa de los Bienes Comunes y Públicos”, añade el sacerdote.

Pero el espíritu de lucha que envolvía a Juan era más grande que el temor a que esas amenazas se hicieran realidad. Orellana también confesó que él jamás consideró que se pudiese llegar a ese extremo. No lo creyó porque no dimensionaba la realidad sociopolítica, económica y los intereses que existían detrás de las empresas mineras de la zona. 

Instalaciones de la empresa minera Los Pinares en Tocoa, Colón. Fotografía de Marvin Valladares.

¡Juan era más que un ambientalista!

En la conversación, el cura insistió en mencionar que no se debe reducir a Juan únicamente al espacio ambiental porque ese hombre, oriundo del municipio de El Paraíso, en el departamento de Copán, que nació un 24 de enero de 1978, era un incansable luchador del respeto y la reivindicación de los derechos humanos.

Durante el momento de su asesinato Juan lideraba, junto a sus compañeros del Comité de Defensa de los Bienes Comunes y Públicos de Tocoa, un trabajo en contra de la minería en Tocoa. En particular, su trabajo estaba centrado en impedir el avance de Los Pinares, una empresa minera que obtuvo dos concesiones, una para extraer óxido de hierro y la otra para generar energía para procesarlo.

El sacerdote dice que Juan “luchaba en contra de todas las empresas y en este caso, inversiones Los pinares, en coordinación o en apoyo de la Alcaldía, para que no se diera la explotación minera, sabiendo que esto conllevaba a la contaminación del agua, de los ríos, de los bosques, de la fauna, de la flora, etcétera”.

Juan peleaba frontalmente por los derechos de las comunidades con las que se vinculó. En la lista se ubican La Ceibita, Concepción, Cayo Sierra, Zamora, Guapinol y el sector San Pedro, el que incluye muchas aldeas y caseríos. Juan sustentaba su lucha en el amor que le tenía a Dios; eso lo nutría para enfrentarse sin temor a quienes de forma silenciosa han generado un clima de terror en la zona y que han dejado como saldo el crimen de al menos 6 líderes, más unos 40 ambientalistas obligados a huir por temor a ser asesinados.

Todo el núcleo de la zona del parque, todas esas comunidades están amenazadas de que les van a desalojar”, agrega el sacerdote. 

Cientos de amigos, integrantes del Comité Municipal de los Bienes Públicos de Tocoa, de la feligresía de la Iglesia Católica y familiares, estuvieron presentes en el sepelio de Juan López, quien fue asesinado el 14 de septiembre. Fotografía de Jorge Cabrera.

¿Cómo recibió la noticia de la muerte de Juan? 

Cuando le hice esta pregunta fue evidente el recorrido de un nudo por la garganta del padre Orellana. “Fue muy fuerte, fue como entrar en un estado de shock”, dijo, porque conocía muy bien a Juan, porque eran amigos, porque compartían los ideales de lucha y porque andaban juntos en las comunidades. 

El jesuita recuerda que cuando un feligrés de la iglesia lo llamó llorando, no podía creer lo que escuchó. “Asesinaron a Juan”, era la frase que retumbaba en su cabeza. 

Llegué al lugar de los hechos donde todavía estaba él, en el carro, ahí adentro, asesinado, y fue un duro golpe, un duro golpe a nivel personal, a nivel eclesial, a nivel local, de la parroquia, pero también a nivel diocesano”, dice.

En las afueras del lugar donde Juan acababa de finalizar un oficio religioso, los miembros de la iglesia que aún estaban saliendo del recinto y la gente de la zona donde ocurrió el crimen estaban muy conmovidos. Todos estaban muy asustados.

Lo sostiene… “fue un asesinato político” 

Carlos Orellana se convirtió en noticia porque, sin ambages, vinculó al alcalde de la municipalidad de Tocoa, Adán Fúnez, con la muerte de Juan López. Y es que, con tres periodos de gobierno municipal, Fúnez ha sido un controvertido político a quien se le atribuye una estrecha relación con la empresa minera Los Pinares, propiedad del empresario Lenir Pérez. También con la complicidad en las acciones que han generado una vasta racha de violación de derechos humanos a los pobladores, líderes y lideresas que se oponen a la explotación minera en la región.  

En el 2018, los pobladores de varias comunidades de Tocoa, instalaron el Campamento por el Agua y por la Vida, que duró 88 días. Los pobladores defendían y, en la actualidad, continúan defendiendo el río Guapinol, principal fuente de agua de la región. Fotografía de Marvin Valladares.

Cuando se develó el video en el que aparecen Adán Fúnez y Carlos Zelaya, el cuñado de la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, junto a varios narcotraficantes, el clima se encendió en Tocoa. Juan López y el Comité comenzaron a exigir la renuncia del edil. Una semana después, Juan fue asesinado.

Le soy franco y sincero, lo sostengo. Sostengo que este asesinato no es un asesinato aislado, sino que es un asesinato pensado desde hace mucho tiempo y pensado por quienes tienen el poder político y económico de Tocoa, que son, pues, la mayoría de regidores de la Corporación Municipal, el señor alcalde y también inversión en Los Pinares- Ecotec”, volvió a decir el religioso con una profunda convicción.

Esas declaraciones hicieron que, en la actualidad, Orellana sea una persona de interés para el Ministerio Público de Honduras, ente que mantiene abierta una investigación por el crimen de Juan López. Según el vocero de la fiscalía, Yuri Mora, el sacerdote será llamado debido a las afirmaciones mediante las que vinculó a Fúnez con el crimen de Juan.  

Pero eso no le preocupa a Orellana. Con serenidad dijo, “yo estoy dispuesto a colaborar; tengo mucha información que puedo brindar, pero quiero que se haga justicia en el caso de Juan, y quiero que esas palabras que ha dicho la señora presidenta Xiomara Castro, de que no importa quién sea, si hay que llegar hasta ese extremo, pues se va a enjuiciar”.

Un dolor que se convirtió en fuerza

En cada homilía que realiza, el párroco de la iglesia San Isidro Labrador menciona a Juan y exhorta a la feligresía católica a amar su legado para continuar una lucha que parece no tener fin. 

Dice que la congregación de la iglesia en Tocoa, al igual que la diócesis de Trujillo están muy conmovidos con el crimen de Juan. Pero ese, que en un primer momento fue un enorme sufrimiento ha mutado y se convirtió en una nueva fuerza que empuja la lucha que Juan selló con su vida. 

Fue un dolor muy inmenso que se ha revertido en una fuerza espiritual de lucha, de condena a este crimen y de hacer y pedir al gobierno central que haya justicia”, dijo al cierre de la entrevista, un clérigo que con una visible valentía y entereza está dispuesto a continuar el trabajo de su amigo Juan, aunque sabe que eso también le puede costar su vida.