Escrito por: Gustavo Irías, director ejecutivo del CESPAD
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15 de julio, 2024
Honduras ha ingresado a plena campaña electoral, en forma muy anticipada, con vistas a las elecciones primarias e internas, en particular de los principales partidos políticos: Libertad y Refundación (LIBRE), el Partido Liberal (PL) y EL Partido Nacional (PN). Pero los hechos políticos que están registrándose nos indican que las elecciones generales del 2025 estarán marcadas por una intensa polarización e incertidumbre, mostrándonos que aún continuamos en la matriz de la crisis de la democracia, inaugurada con el golpe de Estado del 2009.
La semana pasada estuvo caracterizada por las rupturas partidarias y por nuevos alineamientos de fuerzas políticas. La fractura abierta en el partido de gobierno, en enero del 2022, terminó de consumarse con la adhesión de Jorge Cálix y los diputados de su movimiento al Partido Liberal. Por su parte, Salvador Nasralla abandonó el Partido Salvador de Honduras (PSH), dejando a la deriva a una bancada diezmada por el transfuguismo político.
Desde enero del 2022, Cálix y su grupo tomaron distancia de la conducción de LIBRE, en parte motivados por las maneras (consideradas poco democráticas) en que se adoptó la decisión, en octubre del 2021, de construir la alianza electoral, de hecho, con Salvador Nasralla y los compromisos que se asumieron en torno a la integración de esta fuerza en el nuevo gobierno. Pero también por diferencias políticas significativas, al grado que la facción de Cálix llegó a constituir una alianza ampliamente mayoritaria de diputados en el Congreso Nacional (con la participación de las bancadas del Partido Liberal y del Partido Nacional) que coincidieron en la elección de la Junta Directiva del CN, la reforma de la Ley del Ministerio Público y la emisión de la Ley de Extradición (en sustitución del actual Auto Acordado de la Corte Suprema).
La movilización convocada en los bajos del Congreso Nacional por la presidenta electa, Xiomara Castro, todavía no juramentada pero revestida de una enorme legitimidad política, evitó que se consumara la constitución de esta Junta Directiva. Ella misma anunció, en conferencia de prensa, la expulsión del partido de la facción de Cálix, aunque luego hubo una reconciliación interna y sucesivas negociaciones de cuotas de poder en torno a la administración pública. Temporalmente se restableció la unidad interna de la bancada de LIBRE en el Congreso Nacional, pero las heridas quedaron abiertas y solo era cuestión de tiempo para que se produjera una nueva ruptura, tal como aconteció en las primeras semanas del mes de julio.
Al igual que en enero del 2022, esta ruptura no solamente impacta a LIBRE, sino que, principalmente, la dinámica del poder legislativo. En tal sentido, es relevante abordar tres puntos: el primero, las implicaciones de la incorporación de Cálix y Nasralla en la actividad interna del Partido Liberal. El segundo, los efectos en LIBRE, especialmente en su base social de apoyo. Y el tercero, los impactos políticos en el funcionamiento y agenda del Congreso Nacional.
Oportunidades y riesgos para el Partido Liberal
Después de 20 años de intentos infructuosos por conquistar la presidencia de la República, indudablemente la incorporación de Cálix y Nasralla a las filas del Partido Liberal constituye una oportunidad para renovar y ampliar su plataforma partidaria, recuperando la credibilidad y legitimidad perdida desde el 2009. En principio, Cálix y Nasralla se posicionan como liderazgos nacionales que superan en simpatía a las pocas candidaturas propias del partido que, hasta ahora, han anunciado sus intenciones de competir en las primarias (Maribel Espinoza y Rafael Canales).
Pero esta oportunidad podría ser un espejismo. Hasta el momento, Cálix y Nasralla solamente han sido admitidos como miembros del partido y el Consejo Central Ejecutivo (CCEPL) definirá en los próximos meses si inscribe como precandidatos presidenciales a ambos o uno de los dos, cuando se haga efectiva la convocatoria a las primarias por el Consejo Nacional Electoral (CNE), a principios del mes de septiembre. Hasta ahora, lo que está posicionado es el debate dentro del CCEPL sobre si, de acuerdo con sus estatutos y reglamentos internos, es legalmente viable su inscripción como precandidatos presidenciales. Es importante advertir que las opiniones están divididas.
Considerando la tradicional intensidad de las contiendas internas del liberalismo y el sentido de “identidad liberal” existente en sus sectores significativos de su actual militancia, es posible prever que, si estas precandidaturas se inscriben, esto dará paso a impugnaciones internas que probablemente lleguen hasta el órgano rector electoral, el CNE. En tal sentido, la oportunidad podría convertirse en amenaza, al extremo de generar una profunda crisis interna en el liberalismo, que podría impactar al sistema electoral en su conjunto.
Un desenlace de esta naturaleza sólo podría evitarse por un liderazgo partidario talentoso, con la capacidad de gestionar apropiadamente la conflictividad interna, construyendo consensos y evitando las fracturas y crisis interna. En tal sentido, habrá que esperar el desarrollo de la dinámica y contienda interna del liberalismo en los meses siguientes.
El costo político para LIBRE
Es muy prematuro determinar si el retiro de la facción de Cálix impactará en el actual caudal electoral de LIBRE. Pero, con base en experiencias comparadas de otros partidos políticos similares en Centroamérica, podrían preverse dos posibles escenarios:
El primero, sólo es el retiro de liderazgos nacionales y departamentales reconocidos, pero la base social se mantiene dentro del partido (es lo que ocurrió con las rupturas dentro del sandinismo y las primeras escisiones del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional -FMLN- de El Salvador).
El segundo, en un momento de quiebre interno, de desilusión e impugnación de los caudillismos históricos; un liderazgo renovado, cuestionador y victimizado puede producir un fraccionamiento partidario profundo y llevarse consigo a un porcentaje apreciable de la base social (es el caso de Bukele, en su ruptura con el FMLN).
Aunque estos probables escenarios deberían ser relativizados en la realidad hondureña.
Desde el fin del bipartidismo, en las elecciones generales del 2013, la tradicional fidelidad partidaria se perdió en el sistema de partidos políticos. Ahora, por lo menos, el 50% del electorado es sin partido y puede cambiar su inclinación política en cada contienda electoral.
El efecto inmediato que sí tendrá LIBRE, es el incremento de la oposición política a su gestión gubernamental, ahora proveniente de actores de sus propias filas, esta situación podría erosionar aún más la confianza ciudadana.
¿Una nueva crisis en el Congreso Nacional?
El impacto más significativo de la ruptura de Cálix, sin duda, está en la reconfiguración de las fuerzas políticas en el Congreso Nacional. De mayor a menor, el número de diputados se modifica de la manera siguiente: Partido Nacional (43), LIBRE (41), Partido Liberal (35), Partido Salvador de Honduras (4), independientes (3), Partido Democracia Cristiana (1) y el Partido Anticorrupción (1).
Paradójicamente, es un retorno a la temporal configuración de enero del 2022, nada más que ahora no es pasajera, sino que marcará lo que resta de la legislatura, sin desconocer por completo que esta correlación podría experimentar nuevos ajustes, a favor o en contra del partido de gobierno.
En lo inmediato, su efecto estará en la dificultad de LIBRE para construir mayorías simples y no digamos calificadas, en un legislativo con una amplia mayoría de las fuerzas políticas de oposición, esta vez con una agenda más unificada en un contexto abiertamente electoral. Además, en una situación en la cual pareciera que ya no quedan asuntos relevantes para negociar y construir pactos. La negociación de la elección de los principales organismos constitucionales, electos en marzo de este año, posibilitó la construcción de un pacto de gobernabilidad parlamentaria que se cayó producto de las reciente escisión del partido de gobierno, mostrándonos la fragilidad de la institucionalidad democrática hondureña.
En la agenda legislativa hay temas relevantes para la actual gestión gubernamental: las adendas de los contratos de energía eléctrica, las reformas del Código Penal (emergencia de seguridad), la ley de justicia tributaria, instalación de la CICIH, solo por mencionar algunos temas de relevancia para el país, pero particularmente para el partido de gobierno, en clave electoral.
Algunas interrogantes para el cierre de estas reflexiones: ¿aún hay temas que abran los espacios para la negociación y la construcción de pactos/acuerdos?, ¿nos abocamos a un nuevo cierre de la actividad legislativa y a una crisis terminal del Congreso Nacional?, ¿habrá aprendido la élite política las lecciones del 2009 y está en condiciones de gestionar democráticamente sus diferencias?
De cara a las elecciones primarias y generales del 2005, continuamos marcados por la profunda crisis de la democracia, que ha signado la historia del país en los últimos catorce años.