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Rode Murcia: una lideresa que sueña con vivir en libertad y rescatar la cultura ancestral de las Mujeres Mayas-Chortí

Escrito por: Nancy García

Se escuchan risas, conversaciones y un olor a libertad que emana de los cuerpos que gozan del mar que se entrelaza con el río. Ella, en una esquina, coloca su mano en un árbol, suda y sus ojos parpadean al ritmo de esas olas. Rode Murcia se siente nerviosa, confiesa que se negaba a brindar una entrevista que dibuje su vida, pero nos abre las puertas de su intimidad y las palabras vuelan como mariposas en primavera.

Murcia es la actual Coordinadora de la Coalición Ambientalista de Copán y parte de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas y Negras de Honduras (CONAMIH). Cuando Murcia habla sus compañeras escuchan detenidas y confirman, con movimientos afirmativos en sus cabezas, que sus palabras y acciones son ciertas.

Pero, a esa mujer de ojos brillantes, cabellos largo y oscuro, voz fuerte y palabras sabias, le ha costado abrirse espacio en el trabajo político por tres razones: es mujer, es indígena, es Maya -Chortí, y es lesbiana.

Rode Murcia. Foto: CESPAD.
Rode Murcia. Foto: CESPAD.

Una infancia trazada con miedo y felicidad

Mientras nos narra su infancia, las olas del mar y la brisa fresca nos abrazan. Rode creció con su abuela Neptalia Lara, una maestra rural. Y mientras su padre y su madre trabajaban, ella se movilizaba con su abuela y su hermano a la aldea donde impartía clases. “Nos íbamos el lunes y regresamos los sábados”, comenta.

Admiraba el trabajo de su abuela, pero disfrutaba de los días con su padre en su pueblo Copán Ruinas. Tenían como tradición la visita a la quebrada Cacahuatales, ante la falta de agua potable. Su padre los llevaba en la bicicleta; ella iba adelante y su hermano atrás. Cuando llegaban a navegar en las aguas, las vecinas ya dialogaban y lavaban ropa en aquellas aguas limpias.

A Rode, esos recuerdos le arrancan sonrisas de sus labios. En esas idas al río, recuerda haberse llenado de piojos cuando era una niña de seis años. En aquel momento a esa pequeña solo le interesaba disfrutar y jugar con el agua fresca y clara.

“Crecí rodeada de mis costumbres, de mi pueblo. Fue ahí donde yo le tomé amor y sabor a las raíces del pueblo Maya-Chortì”, recalca.

Cuando a su abuela le tocó jubilarse, Rode volvió a vivir con su padre y madre. Su madre siempre ha participado en actividades religiosas. Fue la iglesia en la que se congregaba la que decidió abrir un colegio semi-privado, instituto en el que Murcia estudió. “Mucho de lo que ahí aprendí me sirve hoy en día para desenvolverme”, asegura.

“Tuve una infancia feliz pero sufrida”. Para Murcia no todo eran salidas al río, pláticas con la abuela, andar en bicicleta y ser una niña libre que aprende a vivir sin miedo. Su hogar abría las puertas a los amigos y amigas, pero en esas ocasiones varias veces fue víctima de intentos de abuso sexual. “Como era una niña no decía nada por miedo. Durmiendo un día con mi abuela, uno de los hombres me intento violar. Allí se dieron cuenta”, sostiene.

Rode Murcia. Foto: CESPAD.
Rode Murcia. Foto: CESPAD.

Ese miedo que envolvió a aquella niña, fue de cierta manera el primer impulso que la llevó a luchar por la vida de otras mujeres. “La defensoría la hago a raíz de esos intentos. Yo siempre les digo a las mujeres que estén alertas que le crean a sus hijos e hijas”, apunta.

Sus primeros pasos por la defensa del territorio

Aunque se considera una bebé en los espacios organizativos, la herencia de su abuela y sus años le permiten colocarse como una reconocida lideresa que construye su camino al lado de otras mujeres con la misma fuerza y rebeldía.

Su abuela, la maestra rural, fue la pionera de una organización. En las comunidades para transitar se veían obligadas a cruzar cercos que impedían la libre circulación. «Mi abuela organizó el primer movimiento para que se construyeran caminos, para que abrieran las carreteras», dice. El abrir caminos no solo se limitaba al espacio físico, también a dejar ideas sembradas en la mente de Murcia para luchar por las injusticias.

Fue así como esas experiencias de dolor y rabia la llevaron a organizarse en el año 2015, en contra de la instalación de una minera metálica que atentaba contra los bienes comunes y obligaba a las personas a desplazarse de sus territorios.

Pero las amenazas y las intimidaciones no tardaron en llegar a la vida de Murcia. «Se cancelaron las concesiones, pero hubo amenazas, difamaciones hacía mí porque he estado al frente de la lucha», dice.

Rode Murcia. Foto: CESPAD.
Rode Murcia. Foto: CESPAD.

Rode tiene claro que el machismo en las organizaciones es otro reto para el ejercicio de la defensoría. Ese machismo también está latente en funcionarios públicos, quienes la han considerado no grata por su oposición a proyectos mineros.

«Es difícil ser defensora. Lo más difícil es enfrentarnos a un sistema en el que no hay seguridad ni protección. No somos dueñas de nuestras vidas y en cualquier lugar nos pueden asesinar. Nos enfrentamos a muchos obstáculos y en contra de algunos hombres que quieren pisotearnos», enfatiza.

“Soy una mujer feliz, pero con limitaciones”

Rode estila decir que “no son dueñas de sus vidas”, una frase que se vuelve eco y aterroriza pero que se balancea con la esperanza con la que enfrentan sus situaciones en la región.

La lideresa deja claro que antes la represión era mayor. Ahora encuentran un poco de espacio al diálogo, aunque no ven claridad en las nuevas autoridades del país. «No vemos claridad de la ruta de este gobierno», señala con ironía.

Frente a ese espacio de diálogo no deja de creer en el poder de la organización de las mujeres y tampoco de luchar por vivir en libertad su lesbianismo. «Es feo vivir pensando en la aceptación. Necesitamos vivir plenas y la falsa sociedad nos obliga a escondernos».

Rode suspira, no niega su felicidad, el amor y solidaridad de su pareja, quien le ha brindado apoyo y comprende su trabajo político. «Ahora soy una mujer feliz. Hay lugares en mi comunidad donde no puedo estar con mi pareja. Ella ahora anda en las jornadas. Soy plena y soy feliz de estar en una relación. Ella respeta mi trabajo, me ama y me apoya», culmina.

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