Escrito por Nancy García
Algunas son mujeres mayores de edad, otras jóvenes y niñas, pero todas llevaron en sus hombros sus distintas realidades al II Encuentro de Mujeres Defensoras de los Bienes Comunes de la Naturaleza. El objetivo fue intercambiar experiencias y fortalecer las capacidades políticas para definir sus acciones de resistencia a favor de la conservación de la casa común, es decir, sus bosques, sus ríos, sus territorios.
El Encuentro de Mujeres Defensoras de los Bienes Comunes de la Naturaleza se realizó en la ciudad de Sabá, departamento de Colón. Más de sesenta fueron partícipes de un Encuentro que protagonizaron las mujeres organizadas y no organizadas de la Tribu de Agalteca, las bases campesinas de Colón y a las tribus Maya-Chortí, Lencas, Garífunas. Todas llegaron con un mismo deseo: pensar y sanar en colectividad.
Formando una fila, dieron inicio a la jornada. Luego se anotaron para dejar constancia de su presencia. Al completarlas, recibieron un libro, un pañuelo y una tarjeta con sus nombres. Muchas pidieron un cambio de color de pañuelo, pero el objetivo era que se juntaran con otras mujeres que no conocen, y compartir con ellas sobre sus luchas y sus vidas.
Recordar para nombrar y nombrar para luchar
El círculo se volvió colorido. Las mujeres se pusieron los pañuelos en sus manos, en sus cabezas y en sus cuellos. La escena fue un abanico de alegría y festejo. La facilitadora, Alexandra Suazo, comenzó presentándose, agradeciéndoles su presencia, y pidiendo a cada una sus nombres, edades y lugar de procedencia.
Finalizada la presentación, se dividió el espacio en cuatro grupos, de acuerdo con el color de sus pañuelos. Algunas mostraron los nervios que las invadieron porque fue la primera vez que participaron en un encuentro. Otras, con más experiencia, invitaron a las demás a dejar a un lado sus temores y abrazar sus historias para contarlas.
¿Qué temáticas se abordó en I Encuentro?, ¿cómo contribuyó el I Encuentro a mejorar nuestras dinámicas organizativas y nuestro empoderamiento como mujeres?, ¿por qué es importante el reconocimiento de nuestros cuerpos como nuestro primer territorio?, y ¿qué es ser defensora?, fueron las preguntas generadoras que permitieron abrir el debate.
Cada grupo se olvidó de las demás y se centró en el dialogo, en soltar y trasladar sus experiencias para comenzar la discusión. En el grupo de mujeres con pañuelos morados se debatió la interrogante: ¿Qué es ser defensora? Esa fue una pregunta que hizo que inmediatamente las mujeres se vieran a los ojos, en espera de que alguna comenzara a hablar.
Todas coincidieron en que detrás de su defensoría hay una historia de violencia intrafamiliar, doméstica, institucional y es a partir de esa violencia que se han juntado para defender y luchar por una vida libre.
La libertad, coincidieron, incluye el espacio físico, económico y de sus cuerpos. “Ser defensora es defender tierra y territorio; es defendernos en el hogar para no ser maltratadas”, dice Silvia de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas y Negras de Honduras (CONAMINH).
Los pañuelos, sus colores y significados
Para el grupo de mujeres con pañuelos verdes, la importancia de reconocer sus cuerpos como territorio pasa por comprender que viven en condiciones desiguales, en un sistema que se les ha impuesto y les niega el derecho a una educación formal. “El trabajo de defensa no es reconocido. Somos las primeras abogadas sin títulos para defender y alzar la voz por la que no pueden. Si no estamos bien no podemos defender”, señaló Rode Murcia.
Las mujeres de pañuelos anaranjados y amarillos dijeron que el encuentro anterior fue un espacio que les permitió reconocerse sujetas que no caminan solas, un escenario de aprendizaje sobre la discriminación y el acercamiento con todas las mujeres presentes. “A partir de ese encuentro están siendo menos acosadas que en años anteriores. El objetivo se logró, o sea el fortalecimiento de la lucha colectiva”, resaltaron.
“Ser defensora es un derecho en convenios internacionales. Tiene garantías de protección y como defensoras debemos comprender que lo único real que tenemos las personas es el cuerpo”, reforzó la facilitadora al planteamiento de las mujeres.
Intercambiar, proponer y resistir por la casa común
En algún momento del día, las mujeres se tomaron un receso para degustar la merienda. Aprovecharon para desarmar los grupos coloridos y formar grupos heterogéneos de pañuelos, con las comadres del mismo espacio organizativo al que pertenecen.
Minutos después, para seguir con el trabajo político, se volvieron a juntar en grupos. Se les solicitó resolver cuatro problemas que debían transformarse en propuestas de acción y socialización. Al inicio, las preguntas parecían complicadas, pero entre todas desenredaron el problema y las propuestas echaron raíces.
Las acciones afirmativas tendrían que responder a cuatro problemas que no permiten mayor visibilidad del trabajo de las mujeres. Comenzaron con el bajo nivel de apropiación del papel de las mujeres en la defensa de los bienes comunes; las reducidas capacidades instaladas en las mujeres en temas de pensamiento estratégico y posicionamiento público; los escasos espacios políticos para el reconocimiento de la lucha de las mujeres y el bajo nivel de consideración de una agenda que incorpore demandas de las mujeres en las acciones.
Concluida las discusiones, los grupos seleccionaron a dos voceras que colocaron en un árbol los problemas, las propuestas de acción y sus métodos de socialización. En ese ejercicio, las participantes propusieron acciones urgentes para intensificar las capacidades de las mujeres en posicionamiento público y pensamiento estratégico, fortalecimiento de los espacios para visibilizar las luchas de las mujeres en los territorios y formación en la elaboración de agendas de mujeres.
Y para los métodos de socialización pensaron en: mayor gestión para proyectos de las mujeres, exigencia de informes de transparencia, visitas a medios locales y nacionales, conferencias de prensa, campañas de comunicación, identificación de aliados, mapeo de actores y un trabajo intensivo de autoestima para todas las mujeres, acompañado con la instalación de radios comunitarias.
“Los cuatro problemas tienen soluciones. Nos permiten reflexionar y es bastante. Las soluciones las sabemos porque las hacemos, por eso es importante intercambiar. Este país desgasta, pero como estamos organizadas vemos que es posible realizar cambios”, finaliza diciendo Alexandra, al terminar el ejercicio.
Reconocerse a través de Berta Cáceres
Luego del almuerzo se apagan las luces del salón. El silencio se apodera del espacio. Todas observan la pantalla mientras transcurre el documental: “Berta Cáceres: Morir por la Tierra”, de la cadena televisa Univisión. Las imágenes pasan y los ojos de las mujeres se llenan de lágrimas. Todas están taciturnas porque hay una realidad emitida mediante esa pantalla.
Cuando el documental acaba, las lágrimas están en sus mejías, y la consigna para recordar a Berta se escucha con dolor y esperanza. Se abre el espacio para hablar. Rode Murcia, de la CONAMINH, rememora su lazo con Berta. “Usted no se ahueve, me decía. Ella me iba a acompañar en esta lucha. Tuve un año un policía fuera de mi casa, pero ellos son los primeros que nos entregan. Cuando empezamos a trabajar en la defensoría sabemos que nuestra vida está en peligro. El Estado es ineficiente a la hora de darnos protección y eso no ha cambiado, ni cambiará. No existe un Mecanismo que nos proteja”, apuntó Murcia.
Kenia Sevilla, secretaria del Concejo de la Tribu Tolupana de Agalteca, destacó que genera miedo casos como el asesinato de Berta, pero concluye que toda su lucha le ha servido para alimentar sus propias fuerzas y seguir defendiendo sus recursos naturales.
En la misma línea de dolor y miedo, Sara Hernández no contiene las lágrimas y evoca el asesinato de su hijo, quien murió como consecuencia de su labor de defensora. Para ella, el asesinato quedará impune pero su lucha dejará huellas que darán fuerza a otras mujeres. Todas aplauden con dolor y se llevan en sus corazones el legado de Berta Cáceres.
Pintar para expresar
Las mujeres recuperan el habla poco a poco. La atmósfera se transforma en ruido y confianza. Se les pide a las mujeres juntarse por organización y la alegría se desborda como una botella de champagne al destaparse. Se les hace entrega de mantas, colores, pinceles y la oportunidad de plasmar, con arte, el sentir de sus organizaciones.
Murmuran y comparten ideas. Los pinceles comienzan a rozar las mantas; los colores se resaltan y las propuestas se plasman en esos trapos que hablan y sueñan con las mujeres presentes. En medio de ese trabajo artístico hay risas, abrazos, complicidades, café y mucha complicidad.
Al terminar los trabajos, las mantas se cuelgan para que la pintura se seque. Las mujeres se sienten satisfechas de haber participado en una jornada que les brindó herramientas para seguir andando con esperanza y luchando por el derecho a la felicidad, a vivir en sus territorios, a disfrutar del agua y del aire; porque sus cuerpos no sean violentados nunca más y que las armas no disparen contra sus vidas.