Por Claudia Mendoza
El titular de este escrito no significa que la presidenta electa de Honduras, Xiomara Castro, deba deshacerse o no tomar en cuenta a los hombres, o que este tendrá que ser un gobierno liderado solo por mujeres (aunque no sería mala idea). Este texto esboza algunas situaciones/reflexiones por las cuales considero que Castro debe convocar a hombres y mujeres para la integración de su gobierno, de forma equitativa.
En 11 gobiernos que ha tenido este país centroamericano, desde 1982, año en el que se afirma que regresó a la democracia, muy pocos o casi nulos han sido los espacios de participación para las mujeres, pese a que, de acuerdo con los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples (EPHPM-2019), constituyen el 51.7% de la población total de Honduras. En términos absolutos, ese dato representa a 4, 735,920 mujeres: el 56.8% concentradas en el área urbana y el 43.2% en la rural.
Con el dato anterior no pretendo decir que por el solo hecho de ser mayoría las mujeres deban tomarse en cuenta, porque hay muchas razones de peso que enuncio en las siguientes consideraciones, que justifican porque las mujeres deben formar parte del gobierno que asumirá el 27 de enero del 2022.
- Las mujeres y la corrupción
Aunque podrían sonar muy subjetivos, las redes sociales y algunas páginas webs dan cuenta de estudios que sostienen que “las mujeres son más honestas que los hombres y que cuando toman decisiones suelen tener especialmente en cuenta cómo afectarán a los demás. Además, que su índice de honestidad se incrementa a partir de la treintena, llegando al máximo cuando cuentan con 60 años”[1].
Quizás eso explique que, en términos prácticos, las mujeres vinculadas a actos de corrupción representen una cantidad muy por debajo de la que vincula a sus congéneres. Citando datos puntuales, de 38 personas que inicialmente se enlistaban en Pandora, uno de los más famosos y emblemáticos casos de corrupción que dejó como herencia el binomio de la extinta Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad (MACCIH), y la Unidad Fiscal Especial contra la Impunidad y la Corrupción (UFECIC)[2], apenas 7, que representan un 18%, son mujeres[3], mientras que los restantes 31, que son hombres, representan un 82%.
Arca Abierta es otro caso de corrupción que también documentó que 22 personas, entre diputados, ex diputados y cómplices particulares, articularon una red de corrupción que sustrajo del Estado 21.1 millones de lempiras. De ese número de involucrados, 8 son mujeres y 14 son hombres. Es decir, los datos representan un 36% y un 64% de participación, respectivamente.
Y citaré Fraude sobre el Gualcarque, otro caso de corrupción más, relacionado con el abuso de poder y la colusión de funcionarios del Estado con empresarios, para adjudicar contratos de concesión para explotar el río Gualcarque. Este caso, que tiene como base las múltiples denuncias que interpuso ante el Ministerio Público la lideresa Lenca Berta Cáceres (asesinada en marzo del 2016), inició con la investigación penal que implicó a 16 personas, de las que 4, que significan el 25%, son mujeres[4], mientras el resto, el 75%, son hombres.
Apenas 3 casos, de muchos más que podrían citarse, le dan fuerza a la tesis de que las mujeres son más honestas que los hombres. Refutable, teóricamente o no, este tema, los hechos hablan por sí solos.
- Las mujeres y su rol en las crisis
Desde el golpe de Estado del 2009, pasando por la crisis que se generó con la reelección ilegal y arbitraria de Juan Orlando Hernández en el 2017, hasta las crisis provocadas por los fenómenos naturales como los huracanes Eta y Iota o la pandemia del Covid-19, en el 2020, las mujeres han demostrado que saben cómo contribuir a la solución de los problemas y, en particular, a ayudar a generar el equilibrio en las familias.
Durante la pandemia (una crisis vigente aún), el papel de las mujeres ha sido extraordinario. Por ejemplo, mientras cientos de hombres en el campo o en las ciudades se quedaban sin sus empleos y el ingreso fijo para sus hogares, las mujeres no se cruzaron de brazos y, muy al contrario, se reinventaron y se pusieron a trabajar. Muchas dinamizaron las economías locales cultivando huertos familiares, haciendo comida y chucherías, al igual que productos tradicionales como encocadas, hojuelas, melcochas o alborotos (entre otros) para vender en las calles de sus pueblos, caseríos o aldeas, para ganar dinero y dar de comer a sus hijos.
Esto lo hicieron y siguen haciéndolo a la par de sus roles de madres, esposas, hijas y hermanas, que les demandan mucho trabajo como cocinar, limpiar, lavar, cuidar a los ancianos y enfermos en sus familias.
- Las mujeres en las luchas territoriales
Aunque la mayoría de las luchas territoriales (particularmente las que tiene como epicentro los proyectos hidroeléctricos y mineros que han llegado a los pueblos a instalarse de forma inconsulta) invisibiliza la labor y el trabajo de las mujeres, la historia registra, en especial en la última década, que son seres con una determinación y valentía inimaginables.
Cientos de mujeres han estado a la par de los hombres con palos, piedras y la convicción de luchar para defender su pedazo de tierra. Allí han permanecido, peleando contra las balas militares y de los policías para evitar que las empresas extractivas las expulse del lugar donde nacieron y quieren morir junto a los suyos. Pero, ojo, también lo han hecho a la par de las tareas y cuidados del hogar enunciados atrás y de las consecuencias que les deja la lucha territorial: acoso y abusos sexuales, persecución, criminalización y judicialización por defender sus ríos y sus recursos naturales.
- Las mujeres y las luchas campesinas
Las organizaciones de mujeres han registrado que de los 2 millones de mujeres que viven en la zona rural, solo el 8% (176 mil) posee títulos de tierra. Mientras, de cada 100 mujeres, 86 no tienen acceso a la tierra, una situación que ha orillado a que un gran porcentaje se involucre en procesos de recuperación de tierras, sobrellevando secuelas muy graves.
Diversas organizaciones feministas y de defensa de derechos de las mujeres, desde el año 2015, lucharon para que el gobierno de Hernández aprobara el funcionamiento de CREDIMUJER, un programa que busca generar apoyo económico para las mujeres del campo y del área rural. El objetivo de este programa es que las mujeres obtengan un desarrollo económico con microempresas que podrían ser pulperías, panaderías, sastrerías, dulcerías, producir la tierra, etc.
Pero esa ha sido una lucha “cuesta arriba” particularmente porque para los gobiernos recientes el apoyo a las mujeres no ha sido una prioridad. De hecho, las pocas conquistas que ha obtenido este segmento poblacional, han sido a punta de protestas y demandas en las calles.
Hay muchos otros casos o ejemplos que citar, que ilustrarían muy bien por qué la mujer debe tener una cuota importante de representatividad en los espacios diversos de la administración de gobierno que está a punto de asumir.
Pero esto, como mujer, Xiomara Castro lo sabe muy bien. De allí que, este texto quizás solo sea un pequeño recordatorio de que nuestro pueblo cuenta con mujeres valerosas, inteligentes, trabajadoras y muy honestas, que perfectamente le ayudarían a sacar adelante a este empobrecido país.
Esta es una publicación que forma parte del proyecto del CESPAD: “Veeduría ciudadana anti-corrupción y el legado de la MACCIH”, apoyado por Abogados Sin Frontera-Canadá (ASFC), sin embargo, las ideas aquí expresadas son responsabilidad exclusiva del CESPAD.
[1] https://de10.com.mx/parejas/estudio-demuestra-que-las-mujeres-son-mas-honestas-que-los-hombres
[2] http://revistazo.com/ajedrez/casos/pandora.html
[3] http://cespad.org.hn/wp-content/uploads/2021/01/Caso-Pandora-WEB-corregido.pdf
[4]https://cespad.org.hn/2021/08/23/fraude-sobre-el-gualcarque-la-certeza-de-la-corrupcion-en-la-concesion-de-rios-en-honduras/