Escrito por: René Estrada
Aly Domínguez era un hombre dedicado a su familia y al servicio comunitario. También fue un apasionado y tenaz protector del territorio y de los bienes comunes de su aldea. Pero fue brutalmente asesinado el 7 de enero del 2023, junto a Jairo Bonilla cuando iban de regreso a su comunidad, Guapinol, en el departamento de Colón.
Detrás de la muerte de este hombre, que deja cuatro hijos y una esposa sin su sustento, hay una historia que contar. Él, más allá de haber sido miembro de la Sociedad de Padres de Familia, voluntario en el centro de salud, colaborador en programas que brindan ayuda a los más desprotegidos, fue un personaje que perdió su vida en medio de la lucha férrea de varios poblados del municipio de Tocoa, a favor de la defensa del río Guapinol. Y fue, precisamente, su progenitora quien lo inspiró a involucrarse en este tipo de luchas.
“Un cipote muy bueno”
Aly era el noveno de diez hermanos; nació en la aldea la Concepción, ubicada a pocos minutos de la ciudad de Tocoa, en el departamento de Colón. Su madre, Catalina Ramos, es oriunda de la comunidad de El Negrito, departamento de Yoro, y su padre, Facundo Domínguez, nació en el municipio de Nacaome, departamento de Valle.
Conversamos con Reynaldo Domínguez, hermano mayor de Aly. Fue así que supimos que sus padres se conocieron en la década de los 60, en Guapinol, un poblado cercano a la Concepción. Ambos andaban en busca de “nuevos horizontes” y encontraron una oportunidad de trabajo en esta región, en la que se asentaron y procrearon la familia a la que Aly pertenecía.
Durante su infancia, Aly fue un niño juguetón que pasaba horas aprendiendo sobre las labores del campo, de la mano de su padre y sus hermanos. Sin embargo, pese a haber crecido rodeado de milpas y otras plantaciones era un niño temeroso, especialmente de las serpientes cascabel, las que le “sacaban carrera” y le obligaban a regresar a casa, rememora su hermano.
“Yo veía en él un cipote muy bueno en la crianza y realmente no me equivoqué por qué hasta sus 38 años, él había prestado un servicio muy grande a la comunidad”, dice Reynaldo, quien describe a su hermano como un hombre respetuoso, una cualidad inculcada por sus padres.
“Nos enseñaron a luchar y a obtener las cosas trabajando”, añadió, al referirse al estilo de crianza que les dieron.
Una familia perseguida por defender el agua y la vida
Detrás de Aly, una figura preponderante e influyente en su vida fue su madre Catalina. Ella le inculcó e inspiró una lucha a favor de los recursos naturales. “Yo no me quiero ir de aquí, porque yo me considero nacida aquí, porque ustedes nacieron aquí”, dice su madre en alusión al hecho de que jamás dejará la comunidad que la adoptó como una de sus hijas.
Y fue ese mismo ímpetu lo que permitió que Aly y sus hermanos se involucraran en las labores de defensoría del ambiente luego de la instalación de la minera de Inversiones Los Pinares en el núcleo del Parque Nacional Montaña de Botaderos, Carlos Escaleras.
Aly formó parte de un grupo de aldeanos que instaló el “Campamento por el Agua y la Vida”, en el año 2018, en las cercanías del lugar donde opera Inversiones Los Pinares, la empresa minera que ha generado un conflicto social en la zona debido a su determinación por explotar la zona para la sustracción de óxido de hierro. Los pobladores se organizaron y se han opuesto de diversas formas a la explotación a cielo abierto que hace la empresa, debido a la contaminación de Guapinol, el río que abastece de agua a la zona.
El campamento, integrado por hombres, mujeres y niños de los poblados cercanos al río Guapinol, estuvo instalado durante 88 días, en los que se registraron enfrentamientos, persecución y encarcelamiento de los pobladores con elementos policiales y militares, al mando de la administración de gobierno de Juan Orlando Hernández.
“Somos suerteros, la lotería no nos la ganamos, pero los requerimientos sí”, dice en tono irónico Reynaldo al recordar que él, Trinidad (otro de sus hermanos) y Aly, fueron detenidos junto a decenas de pobladores más, a raíz de su participación en el Campamento. Los tres estuvieron recluidos 12 días en la Penitenciaría Nacional Marco Aurelio Soto, conocida como cárcel de Támara, en Francisco Morazán.
Sin embargo, la persecución no cesó con la detención, pues de acuerdo con el testimonio de los familiares, Trinidad fue víctima de un atentado en su vivienda, presuntamente por sicarios. Pese a los repetidos ataques, acoso y hostigamiento a la comunidad y a sus familiares, Aly permaneció en Guapinol y continúo participando en las acciones de defensoría.
“Cumplieron las amenazas”
Para la familia Domínguez, el asesinato de Aly fue algo inesperado porque afirman que nunca han tenido problemas dentro de la comunidad. Reynaldo agrega que ellos son personas “llevaderas” que tienen muy buena relación con sus vecinos.
De acuerdo con las declaraciones del portavoz de la Policía Nacional en Colón, el suboficial Ángel Herrera, las autoridades “descartan que el crimen tuviera que ver con temas ambientales”, una tesis que la comunidad asume con indignación porque Aly había recibido múltiples amenazas por protestar en contra de la empresa minera “Los Pinares”.
Ese sábado 7 de enero, Aly (38) y Jairo (28), dos cobradores de una empresa de televisión por cable de la zona, fueron asesinados por varios sujetos que les propinaron varios disparos al salir de la Concepción, la aldea colindante con Guapinol.
El informe policial establece que el móvil del crimen corresponde a un presunto asalto. Las autoridades afirman que los defensores “fueron interceptados por unos individuos para asaltarlos”, dispararles en reiteradas ocasiones y darse a la fuga.
Pero la comunidad no cree en esa versión. Tampoco la familia, la que cuestiona la hipótesis de las autoridades de incierta e irresponsable porque al llegar al lugar donde ocurrió el doble crimen, las pertenencias de Bonilla y de Aly estaban allí: la motocicleta, los celulares, las billeteras y el dinero.
“Un delincuente les da a sus víctimas uno o dos tiros que los pueda doblegar mientras lo despoja, pero los compañeros tenían un disparo en la sien cada uno, entonces esto era un hecho dirigido”, afirma Reynaldo.
“El agua nos está costando vidas, nos está costando sangre”, sentenció con una frase lapidaria que refleja la realidad que han enfrentado decenas de ambientalistas en Honduras, a quienes la lucha por la tierra, el territorio y los ríos les ha pasado factura con sus vidas.
La organización Global Witness registra que, entre el 2012 y el 2021, Honduras registró el asesinato de 117 ambientalistas, un dato que ubica al país como uno de los más peligrosos para quienes luchan por la defensa de sus ríos y territorios.
“Exigimos Justicia”
La familia Domínguez sostiene que la Policía Nacional y el Ministerio Público no deben ser las instituciones que investiguen el doble asesinato porque se han encargado de criminalizarlos y perseguirlos como comunidad, por defender la vida.
Exigen, por otro lado, que la presidenta, Xiomara Castro tome “cartas en el asunto” y que se conforme una comisión especial que le dé seguimiento al crimen.
“Sí hay algún vínculo en esta muerte, por parte de la empresa (Inversiones Los Pinares). Han asesinado a una persona que, realmente, le quitaron el porvenir al servicio comunitario y que amaba a su familia”, finalizó diciendo Reynaldo con la voz entrecortada, pues para él, sus padres y sus sobrinos, Aly era su más grande amor.