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Sara María y su lucha por los derechos de la juventud y el anhelo por la justicia

Escrito por: Nancy García

En el Encuentro de Defensoras de los Bienes Comunes se presentó un video sobre la lucha de Berta Cáceres. Al finalizar, una mujer de baja estatura y de voz chillante tomó la palabra y contó su experiencia. Era Sara María Hernández, una campesina y defensora que carga sobre sus hombros una historia trazada por el dolor y la injusticia.

Una niña apreciada

Sara María tiene 62 años y es madre de seis varones y dos mujeres. Creció oliendo la tierra, sintiendo debajo de sus pies las piedras y el pasto. Quizás eso explique el por qué se sumó al Movimiento Campesino del Aguán.

Sara vivió su vida cómodamente, sintiendo el amor de su familia en San Marcos, Colomoncagua, Intibucá, Honduras. Su mamá, ama de casa, y su padre, agricultor. “Trabajábamos la tierra, cultivamos arroz, maíz, frijol. Mi papá daba trabajo a los vecinos de bajos recursos. Era un padre enojado, pero nunca nos agredió”, recuerda.

Sara llegó a cursar hasta segundo grado. A los doce años ingresó a Cáritas, una organización perteneciente a la Iglesia católica, en la que tuvo acercamientos con proyectos que beneficiaban a personas geriátricas. Ella era la encargada de buscar los beneficiarios.

Sara María. Foto: CESPAD.

Le gustó mucho esa experiencia; disfrutó acompañar y ser testigo de cómo las personas de la tercera edad recibían alegría en sus días. Fue un año en el que dedicó muchas horas al servicio de la comunidad.

A los trece años, su padre tomó la decisión de vender los terrenos y mudarse a Copán, un sitio que para él estaba destinado a la siembra de café. Se quedaron en aquel lugar; su progenitor logró instalar fincas y Sara se quedó un tiempo abrazada al café.

La tierra heredada

A sus 19 años, Sara comienza a vivir con su pareja. Se mudan a la comunidad de Río Chiquito, Piedra Blanca, Colón. Él se dedicaba al trabajo agrícola y a la vez trabajaba en la huerta de su casa.

Pero en algún momento, el sacerdote de la zona les pidió a ambos organizarse para formar parte de la recuperación de tierras que entregaba el Instituto Nacional Agrario (INA), en el marco de la Reforma Agraria.

“Nos dijeron que esas tierras nos pertenecían como campesinado. Yo me decidí y dije, cómo haré con estos varones sino tengo tierra”, cuenta Sara. En ese momento tomó la decisión de involucrase con la Pastoral Social.

Pero no todo era alegría. Su padre y su pareja le pedían no inmiscuirse en los procesos organizativos. “Mi papá me decía deja de andar en esas cosas, venite para acá y te voy a dar una manzana de finca. Yo siempre le dije, usted haga lo suyo y yo haré lo mío”, recuerda.

Un crimen sin justicia

Sara logró cimentar una relación muy cercana y apasionada por la juventud. En las y los jóvenes ve reflejado a su hijo, quién fue asesinado por los policías asignados a la zona, en el 2006. Para narrar este pedazo de su historia se toma su tiempo, inhala. Sus ojos buscan un punto y cuando lo encuentra, comienza a hablar.

Su hijo tenía 16 años y le gustaba cortar cabello de varones. Ese día le pidió cien lempiras a uno de sus hermanos para echarle combustible a la motocicleta, porque tenía previsto que visitaría a unos amigos para cortarles el pelo. Los policías lo iban siguiendo y le dispararon por la espalda.

Desde ese día los jóvenes han apoyado a Sara con más fuerza. Le pidieron seguir exigiendo justicia ante el silencio de las autoridades.

“Los jóvenes me apoyaron para que hiciéramos una toma y llegara el Comisionado Núñez. Él llegó y solo me dijo tres palabras: el muchacho no andaba casco, y yo pregunté si ese fue el delito grave que cometió y el Comisionado no respondió”, evoca.

Sara María. Foto: CESPAD.

El crimen de su hijo sigue impune, pero para Sara, el asesinato de su vástago está relacionado con la defensa del territorio. En esos días la comunidad estaba aglutinada alrededor de la lucha en contra de la instalación de una minería en la comunidad denominada Tesorito. Detrás de esa instalación estaba Francisco Lobo, hermano del ex presidente Porfirio Lobo Sosa.

“Yo ya había recibido amenazas de Francisco Lobo. Nos opusimos porque hay fuentes de agua, corre un río por la comunidad de Silín y donde nosotros cae otra quebrada que nace del mismo cerro. Como que iban a explotar y les dijimos que no había lugar, que el día que metieran las máquinas nosotros le íbamos a meter fuego, que no jugarán con la comunidad”, recuerda Sara.

La instalación del proyecto minero afectaría la Laguna Guaimoreto, y cada vez que la comunidad protestaba, los empresarios amenazaban con desalojarles de sus tierras por las buenas o las malas.

Un abanico de lucha

Sara tiene en su haber un abanico de luchas. “Hoy colaboro con los jóvenes. Soy lideresa de jóvenes. Les he formado y organizado para la recuperación de tierra en la comunidad Guadalupe Carney”, explica.

Para Sara, enfocarse en la juventud es parte de hacerlos volver a la vida, alejarlos de la discriminación y construir esperanzas en conjunto. “Me enfoco más en los jóvenes porque merecen ser apreciados. Eché de ver esa pasión porque me gusta la orientación y aconsejarlos”.

En la zona, es una reconocida defensora. Cuando el caso lo amerita, la llaman para atender y, en cierta manera, rescatar a personas que han sido detenidas por la policía.

“En Semana Santa me hablaron para ir a sacar a alguien de la postal. Ahí descubrí que había escuadrones de la muerte, esos mismos que asesinaron a mi hijo. La Policía tenía un listado y un señor en una bartolina que tenía miedo que lo mataran me contó que a las 10:30 de la noche habían llegado con un listado y yo pregunté y me hicieron seña de volarme la cabeza. El policía lo agarró del pelo y lo golpeó contra la bartolina. Esa lista era para darles para abajo; todavía no habían asesinado a mi hijo y esa fue la forma de desaparecerlo”, narró la defensora.

La terapia le ha salvado. “Agradezco a los grupos de mujeres. Siento que me estoy recuperando”. Hoy Sara es una mujer con muchas fortalezas, capacidades y virtudes. El dolor está en su vida, pero lo va hilando con el amor de sus compañeras. “Es un amor sincero el que se tiene con las compañeras”, agrega.

Sara María termina de dibujar su vida, lanzando una última pincelada. “Agradezco a las organizaciones por estar pendiente del cuidado de las defensoras. Hasta hoy echo de ver que tenemos que disfrutar de la una, que debemos cuidarnos”, finaliza diciendo.

A Sara la abordamos en el marco del Encuentro de Mujeres Defensoras de los Bienes Comunes de la Naturaleza, realizado en Sabá, departamento de Colón, los días 27 y 28 de octubre de 2022. El Encuentro se desarrolló como parte de las acciones estratégicas del proyecto “Fortalecimiento en derechos civiles de las redes de mujeres de la Coalición Ambientalista Copán (CAC)”, financiado por Civil Rights Defenders.

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