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Bajamar y Travesía: la cara de la vulnerabilidad climática en Honduras

Escrito por: Lucía Vijil Saybe

Las comunidades garífunas de Bajamar y Travesía, en el departamento de Cortés, zona del caribe de Honduras, son un punto de referencia para el inicio de un diálogo entre los actores involucrados en una crisis que enfrentan cientos de pobladores de zonas vulnerables al cambio climático. Estas dos comunidades, que están severamente afectadas debido a la exposición de los impactos ambientales que genera la crisis climática mundial, colocan, además, el debate de la ausencia de gestiones gubernamentales para mitigar las tragedias que enfrentan cientos de hondureños que han tenido que emigrar del país o que subsisten en medio de la pobreza que genera el cambio climático.

I. Contextualización de la vulnerabilidad climática

Previo a describir a los actores que involucran en esta crisis, es importante situar a Honduras en un contexto complejo, producto de la vulnerabilidad climática. El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), la define como: “propensión o predisposición a ser afectado negativamente; comprende una variedad de conceptos que incluyen la sensibilidad o susceptibilidad al daño y la falta de capacidad de respuesta y adaptación[1].

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)[2]:

“El índice de riesgo climático global de la organización German Watch, señala que Honduras fue el país más afectado en el período 1995-2014. Este índice considera eventos como tormentas, inundaciones, temperaturas extremas, olas de calor y frío (Sönke y otros, 2015). El índice del Monitor de Vulnerabilidad Climática de DARA (2012), ubicó a Honduras en un nivel de vulnerabilidad “severo” en el 2010 y lo proyecta como “agudo” para el 2030. Es decir, el mayor grado de vulnerabilidad considerado por este índice. El índice global de adaptación de la Universidad de Notre Dame, que mide la vulnerabilidad y la preparación de los países frente al cambio climático, clasificó a Honduras en el 2014 con una vulnerabilidad alta y una preparación baja, ubicándolo en el lugar No. 127 de 180 países”.

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), entre 1980 y el 2014, Honduras padeció 39 desastres naturales que dejaron como saldo 15,539 víctimas (muerte) y 3,456,558 personas afectadas. Eso equivale a 17.79 personas por cada 1,000 habitantes. Anualmente el país registra un costo por desastres naturales correspondiente al 1.42% del PIB[3].

Sobre el departamento de Cortés, el informe indica que los principales riesgos climáticos son: ciclones tropicales, inundaciones, movimientos de ladera y un área expuesta a una alta amenaza de sismos. Es importante considerar que el aumento del nivel del mar y las inundaciones pueden causar ahogamientos, lesiones y traumas físicos y mentales entre los pobladores de las comunidades que viven en las islas, en los asentamientos ubicados en los cauces de los ríos y en las zonas costeras bajas[4].

En la Política Ambiental del Municipio de Cortés[5], se establece que:

“Los principales problemas que afectan al capital natural son la deforestación, la contaminación ambiental y los conflictos de uso del suelo.  La deforestación en la parte alta de las cuencas incrementa la erosión, reduce la capacidad de retención de agua del suelo en laderas; disminuye la belleza escénica, afecta el microclima, reduce la biodiversidad, potencia la generación de deslizamientos e incrementa la ocurrencia y magnitud de las inundaciones aguas abajo. En la parte baja de las cuencas se agrava el problema de las inundaciones debido a que el sedimento que es arrastrado por los ríos se deposita en los cauces de los ríos, azolvándolos y facilitando su desbordamiento. Así mismo la deforestación reduce la cantidad y la calidad del agua, intensificándose de esta manera la escasez de este líquido durante el verano”.

Evidencia de la erosión costera en la comunidad garífuna de Travesía. Foto: René Estrada/CESPAD.

Los datos previos dan cuenta de la manifiesta crisis climática y avizora la intensificación de la competencia por el acceso a los bienes comunes de la naturaleza, entre ellos, la tierra, el agua y los alimentos, aumentando las tensiones socioeconómicas y agudizando la conflictividad socioambiental en el país.

Es en ese escenario que las comunidades garífunas de Travesía y Bajamar y las autoridades municipales se enfrentan a una erosión de playa, por el ascenso relativo del nivel del mar causado por el cambio climático, el hundimiento geológico de terrenos y factores locales producto de la acción humana.

II. Comunidades de Bajamar y Travesía, ¿quiénes son?

Las comunidades de Travesía y Bajamar no fueron los primeros asentamientos garífunas en la región. De hecho, en el departamento de Cortés, los garífunas se establecieron en Saraguayna, un poblado a unos 20 km del centro urbano del municipio de Puerto Cortés, hace más de 200 años, antes de que Honduras fuera declarado país[6].

Desde sus rostros y voces[7] estos poblados narran algunas características comunitarias:

  1. Por ser comunidades garífunas, la cultura y el tejido comunitario están cruzados, también, por el reconocimiento de los ecosistemas (playas, lagunas, etc.) como espacios de interacción y el intercambio de saberes para la población. Esta mirada convierte la protección de los ecosistemas en una responsabilidad.
  2. Ambas comunidades tenían una dinámica comercial relacionada con el coco y sus derivados; la pesca y el establecimiento de restaurantes, ante de la presencia de turistas en las playas, lograban movilizar la economía de las familias. Pero la erosión costera ha implicado un giro completo sobre las formas de generación de ingresos, dándole, en los últimos 25 años, un papel protagónico a las remesas, con el desplazamiento de familias completas hacia los Estados Unidos (en su mayoría), como telón de fondo.
  3. Sus estructuras organizativas comunitarias se han manifestado en patronatos de la comunidad, algunas redes de mujeres, iglesias y, en temas específicos, con el acompañamiento de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH). Para el caso, fue la OFRANEH la entidad que denunció al Estado de Honduras ante la Corte Interamericana de Derecho Humanos (CIDH), el 26 de octubre de 2011, por el desconocimiento, por parte del Instituto Nacional Agrario (INA), del territorio ancestral de la comunidad Garífuna de Travesía. Esta situación aconteció en el marco de la emisión del título definitivo de propiedad a la comunidad (1997), del desconocimiento del Barrio El Esfuerzo, como parte del territorio ancestral garífuna y de la construcción de pilas de óxido en su territorio, por parte de la municipalidad Puerto Cortés. Todo esto, en violación al derecho a la propiedad colectiva y a la consulta previa, la que fue admitida el 20 de febrero del 2020[8].
  4. Comunidades en abandono por parte de la administración central, en relación con los derechos básicos de la ciudadanía y sus demandas. Tal es el caso de carreteras de acceso a la comunidad, proyectos económicos o de promoción de empleo desde sus realidades; apoyo a la infraestructura educativa y de salud; gestión oportuna (y por largos períodos de tiempo) de los desechos, medidas de contención y reparación de aquellas familias afectadas por el Huracán Mitch y los Huracanes Eta e Iota; contaminación de fuentes de agua por grandes empresas y vigilancia de la introducción de Palma Africana y ganadería en la zona.

Las comunidades de Bajamar y Travesía, a través de los años han generado condiciones de adaptabilidad frente a los impactos del cambio climático y desde el reconocimiento de los ecosistemas como su entorno para habitar y proteger, frases como: “el mar te da, el mar te quita”, toman sentido. Se trata de una crisis que está apunto de desplazar a estas comunidades, por completo, de sus viviendas, de sus relaciones sociales y culturales, sin medidas gubernamentales oportunas, para atender la erosión de playa.

III. Evolución histórica de la erosión de playa en Bajamar y Travesía

La erosión de la playa se comprende mediante dos conceptos importantes:

  1. zona costera: transición e interacción entre el ambiente terrestre y marino.
  2. erosión: representa la forma del terreno debido a la forma natural, a menudo desencadenado o intensificado por acciones humanas.

Las causas naturales de la erosión de playa son: huracanes y ciclones, inundaciones, actividad tectónica y deslizamientos marinos. Mientras, las causas antrópicas son: elevación del nivel mar, represamiento de ríos y modificación del litoral que se expresa en escolleras, tuberías e infraestructura[9].

En el año 2016, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ya advertía que los asentamientos poblacionales de las etnias garífunas y miskitas en la costa atlántica peligraban por el aumento del nivel del mar previsto para los próximos años[10]. Asimismo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ya había calculado que para el año 2020 la elevación del nivel del mar provocará pérdidas de 62,185 km2 de costa por erosión, y cerca de 1,300 km2 por inundaciones[11].

Estado actual de la escollera en la comunidad de Bajamar. Foto: René Estrada/CESPAD.

De acuerdo con las autoridades municipales[12], el origen de la erosión de playa es producto de la acción natural del planeta y sus detonantes han sido los sismos registrados en Honduras, con mayores impactos desde el Huracán Mitch. De acuerdo con un reporte de Gestión Ambiental, elaborado por la Alcaldía de Puerto Cortés, entre el año 2012 y el 2018 se han reducido 34 metros de playa, producto de la erosión. Es decir, el mar ha ganado más área y se ha reducido la playa. Asimismo, desde principios del 1993, la tasa de aumento del nivel del mar ha sido de 3,3 +/- 0,3 mm/año, como consecuencia del calentamiento de los océanos y la fusión de los hielos continentales, lo que ha representado el incremento del mar en más de 400 metros de playa.

El 25 de agosto del 2021 se registró un sismo de 5.5, que agudizó la erosión en la playa. Bajamar es la comunidad con mayor registro de daños a los cimientos de edificación, pérdida de piso concreto por erosión de suelo, y la afectación a viviendas y negocios cercanos a la playa. Todo esto ha provocado el desplazamiento de muchas familias a otros lugares.

Parte de las recomendaciones emitida desde la municipalidad son: a) para evitar el avance del mar y que afecte a las personas, se deben realizar obras de protección consistente en “escolleras de piedras”, que funcionan como rompeolas para evitar el avance del mar y sus daños y, b) las personas afectadas deberán reubicarse en áreas donde no exista peligro.

Una acotación a este punto, es que se ya se han construido dos (2) escolleras de piedra, la primera después del paso del Huracán Mitch (ya fue sobrepasada por el mar), y la segunda luego del paso de Eta y Iota, la que, de acuerdo a las percepciones de las comunidades y autoridades, ha detenido un poco la cercanía del agua a las casas y negocios.

De acuerdo con la percepción de las comunidades[13], el que se estén quedando sin playa tiene que ver también con:

  1. La poca capacidad del gobierno central para buscar solución oportuna a la contaminación por la basura proveniente de Guatemala, a través del río Motagua, hacia las playas de estas comunidades.
  2. Para mitigar el efecto en las playas de la “Coca Cola”, en la zona de Cortés se ha trasladado arena para relleno, desde Bajamar y Travesía. Pero esta acción ha dejado sin soporte a estas comunidades.
  3. Contaminación del Chamelecón, un río que también ha convertido en depósito de basura, sin un manejo adecuado de los residuos. Esto se ha convertido en un factor relevante para el deterioro ambiental.

Sobre el daño ambiental[14], se ha establecido que:

  1. Se ha observado un impacto en el desove de algunos pescados debido a que la contaminación les ha destruido sus espacios de reproducción.
  2. Algunas especies de animales mamíferos se han alejado como resultado de la deforestación, una situación que ha generado el aumento de la temperatura del agua.
  3. Las plantas de coco están afectadas por plagas, sin que haya algún plan para recuperarlas.

Estas dos comunidades, como actores que enfrentan los estragos de la erosión de la playa, dejan en el tapete de la discusión, la preocupación y la urgencia por buscar soluciones en relación con la gestión ambiental y comunitaria.

En esta problemática, persiste la postura técnica del gobierno de Honduras y de la Municipalidad de Puerto Cortés, respaldada también por las comunidades, sobre el origen de la erosión de la playa, que evidencia, una vez más, el impacto directo del cambio climático en países con un perfil tan vulnerable como el de Honduras.

Lo que sí está claro, retomando los posicionamientos del Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria, es que: “los procesos erosivos que sufren las zonas costeras amenazan tanto a infraestructuras y viviendas como a comunidades y ecosistemas. Los impactos erosivos derivados de amenazas naturales se han visto incrementados por actuaciones antrópicas, el propio uso y ocupación de las costas o el cambio climático, que han contribuido a un aumento de la exposición y vulnerabilidad de los elementos alojados en la franja costera”[15].

Desde el Gobierno de Honduras, se ha constatado la contaminación de residuos sólidos en Bajamar y Travesía. También se ha reconocido que se “limitan las actividades tradicionales de la zona costera: pesca, cultura, gastronomía y agricultura”. Asimismo, se anunció “la aplicación del Plan de Atención Inmediata, la instalación de bardas de contención de residuos en territorio hondureño”. Sin embargo, las comunidades continúan a la espera de una atención integral porque, ya lo dice UNICEF[16], “Honduras tiene tendencia reactiva frente al cambio climático: esto es, las instituciones del Estado actúan cuando hay una emergencia o catástrofe natural, sin que se otorgue la misma importancia en propiciar medidas de adaptación ante el cambio climático, que además son social y económicamente más rentables”.

  1. Reflexiones finales
  • Las comunidades garífunas son el reflejo de los impactos concretos del cambio climático en Honduras. Sus dinámicas de convivencia política, económicas y culturas están fracturadas por una historia de exclusión y desigualdad. En ese sentido, la reivindicación de los derechos territoriales y gestión comunitaria de los bienes comunes debe partir de un reconocimiento específico de las multicrisis nacionales y globales.
  • Las medidas de adaptación al cambio climático en Bajamar y Travesía cuentan con las buenas intenciones, por parte de las autoridades municipales. Sin embargo, no es suficiente frente a la imparable erosión de las playas. Por eso, la documentación especializada y la construcción idónea de indicadores de vulnerabilidad climática, más la actualización de una política ambiental (tomando en consideración los aportes mundiales en la gestión de este tipo de erosión), deben ser los puntos iniciales para abordar de forma integral esta problemática, considerando los principios de la justicia ecológica.
  • La participación comunitaria es vital para la realización de las acciones que tengan como objetivo la reducción de los impactos de la erosión de la playa en Bajamar y Travesía, al igual que en toda la costa norte. Es importante retomar la necesidad de posicionar un debate sobre los ciclos ecológicos y la adecuación de medidas de restauración de la naturaleza, más allá del enfoque antropocentrista del impacto.

 

[1]  IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático). 2004. “Glosario de términos utilizados en el Tercer Informe de Evaluación del IPCC”. Disponible en: https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2018/02/AR5_WGII_glossary_ES.pdf

[2] La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2017. La Economía del Cambio Climático en Honduras. Disponible en: https://repositorio.cepal.org/handle/11362/42355

[3] Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). 2016. Cambio climático en Honduras: La infancia en peligro Tegucigalpa, 30 de mayo. Disponible: https://www.unicef.org/honduras/media/501/file/El-Cambio-clim%C3%A1tico-en-Honduras-estudio-2016.pdf

[4] Panel Intergubernamental del Cambio Climático. (2014). Climate change 2014. Impacts, adaptation and vulnerability. Part A: global and sectoral aspects. Ginebra: Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático

[5] Municipalidad de Puerto Cortés. Política Ambiental de Puerto Cortés. 2013. Disponible en: https://rsis.ramsar.org/RISapp/files/36535493/documents/HN2418_lit181122.pdf.pdf

[6] CESPAD. Estrada, René. 2023. Travesía y Bajamar, dos comunidades garífunas ahogadas por el mar y la negligencia del Estado de Honduras. Disponible en: https://cespad.org.hn/travesia-y-bajamar-dos-comunidades-garifunas-ahogadas-por-el-mar-y-la-negligencia-del-estado-de-honduras/

[7] Entrevistas en Bajamar y Travesía. 11 de febrero del 2023.

[8]  CIDH, Informe No. 33/20. Petición 1458-11. Admisibilidad. Comunidad Garífuna de Travesía. Honduras. 25 de febrero de 2020.

[9] Vásquez, Ana y Cervantes, Omar. Erosión de Playas: ¿cambio climático o acción humana? 2016. Disponible en: https://eventos.ucol.mx/content/micrositios/270/file/pdf/mACruz.pdf

[10] Cambio climático en Honduras: La infancia en peligro Tegucigalpa, 30 de mayo de 2016.

[11] Banco Interamericano de Desarrollo. 2010. Vulnerabilidad y adaptación al cambio climático. Diagnóstico inicial, avances, vacíos y potenciales líneas de acción en Mesoamérica. Washington: Banco Interamericano de Desarrollo.

[12] Entrevistas a funcionarios de la Alcaldía Municipal de Puerto Cortés. 10 y 11 de febrero del 2023.

[13] Entrevistas en Bajamar y Travesía. 11 de febrero del 2023.

[14] Entrevistas en Bajamar y Travesía. 11 de febrero del 2023.

[15] Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria. Consultado el 21 de febrero del 2023. Disponible: https://ihcantabria.com/servicios/riesgos-naturales-y-antropicos/riesgos-de-erosion/

[16] Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). 2016. Cambio climático en Honduras: La infancia en peligro Tegucigalpa, 30 de mayo. Disponible: https://www.unicef.org/honduras/media/501/file/El-Cambio-clim%C3%A1tico-en-Honduras-estudio-2016.pdf

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